24 ene 2012

Lenguas de especialidad y variación lingüística

Francisco Moreno Fernández (francisco.moreno@uah.es)
Dpto. de Filología Española
Universidad de Alcalá

Este artículo es la versión escrita de la conferencia impartida por el autor y publicada previamente en S. Barrueco, E. Hernández y L. Sierra (eds.), Lenguas para fines específicos (VI). Investigación y enseñanza, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1999, pp. 3-14. 


1.INTRODUCCIÓN

El título de estas líneas, "Lenguas de especialidad y variación lingüística", marca los linderos del terreno en que nos vamos a mover, un terreno amplio, complicado, pero de un gran interés, tanto teórico como práctico. La enseñanza-aprendizaje de lenguas con fines específicos obliga al manejo de unos conceptos claros, sobre todo en lo que se refiere a las características de las lenguas de especialidad, esas lenguas que, según Richards y Platt, "se utilizan en ciertos tipos de comunicación particulares y restringidos y que contienen rasgos léxicos, gramaticales y de otras índoles, diferentes de los de la lengua común".


Nuestra intención va a ser muy simple: reflexionar y hacer reflexionar sobre la naturaleza de esas lenguas o lenguajes de especialidad, insistiendo en uno de sus aspectos menos tratados (la variación) y en ejemplos procedentes de la lengua española. De ello se han de derivar, naturalmente, cuestiones significativas para la práctica de la enseñanza de las lenguas con fines específicos, aunque el lugar, la proxémica y la ocasión inviten más a la reflexión teórica que a otra cosa.

El recorrido que me dispongo a seguir parte del comentario de algunos aspectos generales de la variación lingüística, continúa por el repaso de las características más destacadas de las lenguas de especialidad, sigue por la consideración de los aspectos variables de esas lenguas de especialidad y concluye con la presentación de algunos problemas teórico-prácticos que plantea la variación en este ámbito, sobre todo en lo que afecta al español. 

Conocida la ruta, me dispongo a recorrerla proponiendo preguntas como estas: ¿hasta qué punto son diferentes los rasgos de las lenguas de especialidad de los de la lengua común, como señalan Richards y Platt? ¿existen posibilidades de variación en el terreno de las lenguas de especialidad? ¿en qué consisten esas posibilidades de variación? ¿se tiene en cuenta la variación lingüística en la enseñanza de lengua con fines específicos? y ¿cómo afecta la variación a la práctica de la enseñanza-aprendizaje de las lenguas de especialidad? Comencemos.

2. LA LENGUA ES VARIABLE.
Partimos de un principio general: la lengua es variable y se manifiesta de modo variable. Este principio supone que los hablantes recurren a elementos lingüísticos distintos para expresar contenidos distintos y, a la vez, que se pueden usar elementos lingüísticos diferentes para decir unas mismas cosas.

Es evidente, pues, que la lengua se manifiesta de modo variable. Pero, ¿por qué se dice que la lengua es variable? Lógicamente, si se cree en la variabilidad de la lengua es porque se acepta la posibilidad de que esa variabilidad forme parte de su esencia, porque se admite que lo variable está presente en eso que unos llaman sistema, o lengua o langue, y otros llaman competencia. La forma en que se explica como lo variable se incluye en esos niveles abstractos --supuestamente los más estables, generales y constantes--, es asunto que ahora nos queda algo lejos.

Cuando se identifica un fenómeno de variación (de la variación que supone la existencia de formas diferentes de decir lo mismo) surgen de inmediato preguntas como ¿por qué se produce tal variación? ¿cómo se ha originado? Y las respuestas suelen apuntar a factores extralingüísticos, factores como la geografía, la historia, la situación comunicativa, en su sentido más amplio, o determinados elementos sociales. Pero no siempre es así. Por eso se ha dicho (1) que los factores que determinan la aparición de unas variantes lingüísticas en ciertas circunstancias y de otras variantes en circunstancias diferentes, dentro de una comunidad de habla, pueden responder a estas cuatro posibilidades:
  1. que las variantes vengan determinadas exclusivamente por factores lingüísticos;
  2. que las variantes vengan determinadas exclusivamente por factores extralingüísticos;
  3. que las variantes vengan determinadas conjuntamente por factores lingüísticos y extralingüísticos;
  4. que las variantes no vengan determinadas por factores lingüísticos ni por factores extralingüísticos.
En el último caso, lo más probable no es la ausencia de determinación por parte de esos tipos de factores, sino tal vez la falta de respuestas o de explicaciones por parte de los especialistas. Si algo no viene determinado aparentemente ni por unos factores ni por otros, es más razonable pensar en la incapacidad de los estudiosos que en la inexplicabilidad de la lengua.

Considerando todo lo anterior, es preciso insistir en el hecho de que la variación, definida como el uso alterno de formas diferentes de decir lo mismo, se puede encontrar prácticamente en todos los niveles de la lengua, desde el más concreto (fonético-fonológico) al más amplio (discurso, por ejemplo), pasando por la gramática y el léxico. Para explicar el funcionamiento de estos usos, se puede prestar atención, separada o conjuntamente, a la forma en que ejercen su influencia los factores lingüísticos y a la forma en que lo hacen los factores extralingüísticos, esto es, los factores históricos, geográficos, contextuales y sociales. 

Entre esos factores sociales está naturalmente la profesión u ocupación de los hablantes. Y ahora cabe plantearse, ¿afecta la variación lingüística a los lenguajes de especialidad? ¿habría que tener en cuenta esa variación a la hora de estudiar y enseñar tales lenguajes?

3.TAMBIÉN LOS LENGUAJES DE ESPECIALIDAD SON VARIABLES. LO VARIABLE DE LO INVARIABLE.
Como es sabido, los llamados lenguajes de especialidad tradicionalmente han recibido el nombre genérico de "jergas", entendiendo "jerga" como un conjunto de caracteres lingüísticos específicos de un grupo de hablantes dedicados a una actividad determinada; en cierto modo, el uso de una jerga siempre es una forma de marcar una identidad sociolingüística o la pertenencia a un grupo. Esa denominación de "jerga", sin embargo, incluye situaciones y realidades bien diferenciadas, como advirtió hace tiempo Julio Casares:
La jerga constituye una zona restringida de la lengua familiar, que limita al sur con la germanía y el caló, al este y oeste con la terminología artesana y al norte con el tecnicismo científico.(2)
Y efectivamente, podemos hablar de jerga para hacer referencia a los usos característicos de grupos gremiales, cuya comunicación puramente profesional no ha de tener una intención o un carácter críptico, por más que su dominio corresponde normalmente a individuos iniciados. Estamos ante variedades sectoriales, especializadas,(3) de grupo o tecnolectos, con diferente grado de hermetismo, que pueden ser de muchos tipos: aquí se incluiría la jerga médica y de la enfermería, la economista y empresarial, la jurídica, la militar, la periodística, la informática y multitud de jergas de oficios, que en ocasiones han gozado de una larga tradición. En conexión con estas variedades sectoriales, estarían también los "lenguajes científico - técnicos", formados principalmente por nomenclaturas específicas.(4)

A este primer tipo de jergas se añadirían, en segundo lugar, las que permiten caracterizar a un grupo social, sea el que sea, según la actividad que realice: estudiantes, deportistas, funcionarios, pescadores, etc. Estamos ante variedades más o menos accesibles, que no tienen una intención críptica y que no se suelen utilizar fuera del grupo, aunque algunas de ellas tienen más facilidad que otras para transferir elementos a la lengua general: en España, por ejemplo, el uso general ha incorporado muchas voces propias de la jerga estudiantil, de la taurina o de la política, debido, en gran parte, a la influencia de los medios de comunicación social.(5)

Sin embargo, una jerga también puede entenderse como un conjunto de rasgos lingüísticos, generalmente artificiosos, utilizados con una intención críptica o esotérica. Se trata de "lenguas secretas" manejadas por grupos sociales cuya actividad está o puede estar fuera de una norma o incluso fuera de la ley —es la lengua de los bajos fondos, del hampa, de la delincuencia—,(6) aunque también se han utilizado en otras actividades, como las comerciales o las trashumantes. Estos usos, en general, se caracterizan por una gran capacidad de cambio dado que, conforme se hacen transparentes, aparecen nuevas voces que sustituyen a las que empiezan a ser desveladas. Los recursos lingüísticos de las jergas crípticas, además de ser artificiosos, suponen una actitud activa por parte del grupo y afectan sobre todo al léxico y a la fraseología: se modifican formal o semánticamente términos ya existentes (por ejemplo, cambiando el orden de las sílabas),(7) se toman formas prestadas de otras lenguas (en el caso del español de España, se han tomado del gallego, del catalán, del vasco, del francés, del árabe, del caló; en el lunfardo, se han tomado del italiano),(8) se usan palabras onomatopéyicas o se incorporan nuevas series de numerales. Ejemplos de estos usos pueden ser la germanía española del Siglo de Oro, el primer lunfardo argentino o la más reciente jerga de la drogadicción.(9)


No obstante, volviendo al ámbito de la enseñanza de lenguas con fines específicos, parece claro que esta podría orientarse en la dirección de cualquiera de las tres acepciones de "jerga" que acabamos de comentar; de hecho seguramente que a más de uno nos gustaría dominar alguna jerga secreta de una lengua extranjera o los recursos de la lengua estudiantil utilizados en las universidades que visitamos, pero no es este el tipo de enseñanza-aprendizaje con fines específicos mas frecuente. Por lo general, el estudio de una lengua con fines específicos se centra en el aprendizaje de una de las variedades que hemos llamado lenguajes de especialidad, variedades sectoriales, de grupo o tecnolectos. En esta línea, tal vez las variedades mejor atendidas en la enseñanza de lenguas extranjeras hayan sido el lenguaje jurídico y administrativo, el lenguaje comercial o de los negocios, el lenguaje sanitario, el lenguaje académico, el lenguaje científico-técnico y algunos lenguajes aún mas restringidos, como el lenguaje turístico o, en el caso del inglés, el inglés utilizado en el control del tráfico aéreo, por ejemplo. Podría pensarse que aquí habría que incluir otras enseñanzas específicas, como las destinadas a niños o a población inmigrante, pero estos casos ofrecen una especificidad originada en el tipo de destinatario y no tanto en la variedad lingüística misma, por lo que han de recibir tratamiento diferenciado en el que no nos vamos a detener.

Así pues, situándonos en el campo de la enseñanza-aprendizaje de variedades de especialidad, ¿cuáles serían sus principales características? Y aquí habría que decir que no todos los lenguajes especializados comparten plenamente unos rasgos lingüísticos, aunque sí es posible fijar como caracteres comunes los siguientes.
1) En primer lugar, son variedades especializadas aquellas que sirven como instrumento de comunicación formal y funcional entre especialistas en una determinada materia.
2) Desde un punto de vista lingüístico, los lenguajes de especialidad se caracterizan por utilizar, en términos generales, la gramática de la lengua común, matizada por ciertos usos que pueden destacar cualitativa o cuantitativamente: así, es frecuente que aparezcan formas de tratamiento específicas o habituales en ciertos ámbitos profesionales (pensemos, para el ámbito jurídico, en formas como señoría o letrado o, para el ámbito académico, en formas como profesor o doctor), como frecuente es el uso específico de ciertas formas verbales (pensemos en el futuro de subjuntivo o en el gerundio, en la lengua jurídico-administrativo: si no compareciere, alegación solicitando revisión de pruebas) y como frecuente puede ser el uso de procedimientos específicos de formación de palabras.

Por lo tanto, la base gramatical de los lenguajes de especialidad, con las precisiones pertinentes, es la misma que la de la lengua general, como ocurre también con la base fonético-fonológica y prosódica. Hay casos de "jergas", no obstante, de registros profesionales, como la actividad de los narradores de acontecimientos deportivos, de los locutores de las noticias que aparecen en los informativos de radio y televisión o de los presentadores de algunos concursos, que exigen unos patrones prosódicos bastante alejados de la lengua común, por lo que no es de extrañar que muchas personas no soporten, por ejemplo, la narración radiofónica de un partido de fútbol, sobre todo en el momento del paroxismo del gol. Pero, no quisiera alejarme de los límites de las lenguas de especialidad propiamente dichas.

Frente a lo que ocurre en el plano fónico y gramatical, el ámbito del léxico sí que presenta numerosos elementos específicos, muchas veces exclusivos, de las diferentes variedades de especialidad. Esos elementos específicos suelen manifestarse en forma de terminologías. Más adelante volveremos a ello.
3) Desde un punto de vista estilístico, los lenguajes de especialidad se caracterizan por ser utilizados en contextos formales, por lo que se ven favorecidos los rasgos que expresan una mayor impersonalidad y una menor implicación afectiva.
4) Desde un punto de vista comunicativo, las variedades de especialidad se caracterizan por subordinar lo estético y lo expresivo a lo objetivo y a la eficacia comunicativa. De esta forma, se ven favorecidos los usos lingüísticos capaces de expresar orden, claridad, concisión.
5) Teniendo en cuenta el modo del discurso –entendiendo "modo" según lo hace M.A.K. Halliday al hablar del registro–, los tecnolectos –digamos que en una buena parte de ellos– se caracterizan por conceder un lugar preeminente al discurso escrito. En la práctica del lenguaje jurídico-administrativo es importante conocer la forma de los decretos, las instancias, las demandas, las actas, los oficios, los certificados o los acuerdos; en la práctica del lenguaje de los negocios se necesita conocer la forma de las cartas comerciales o de los pedidos; en la práctica de la sanidad se debe conocer la forma de los historiales clínicos.

Esta caracterización que se acaba de presentar no está exenta de problemas porque, por ejemplo, no siempre es fácil distinguir cuándo estamos ante un rasgo lingüístico específico y cuándo ante un rasgo general. Como ha señalado Maitena Etxebarría, en este campo los grados de especificidad posibles son diversos, porque, junto a las formas que sólo pertenecen a la competencia de los especialistas en un ámbito específico, habría que incluir aquellas que pertenecen a la competencia de los especialistas y a la competencia pasiva de los demás hablantes, aquellas que son utilizadas en la lengua general y en la de especialidad, pero con acepciones funcionalmente bien diferenciadas, y aquellas que forman parte de la competencia de los especialistas y de los no especialistas, aunque su uso es mucho más frecuente en la esfera de los primeros.

¿Dónde están, entonces, los límites entre una lengua de especialidad y la lengua general? Cuestión es ésta bien grave y que complica la vida, no sólo de los teóricos, sino también de los autores de manuales de lenguas con fines específicos, de los jefes de estudios de cursos especiales, que tienen que distribuir a sus alumnos por niveles, y de los propios alumnos de cursos de lenguas extranjeras, que pueden llegar a perder la motivación si se les insiste en una parte general de la lengua, que ya conocen, o si ven que no avanzan en sus conocimientos específicos porque les falta base en sus conocimientos de la lengua común.

A esta dificultad general, la de fijar los límites entre lo específico y lo común, se puede añadir la derivada de los tipos tan diferentes que existen entre los lenguajes de especialidad. Es ya conocida una clasificación según el grado de abstracción del lenguaje, la artificiosidad, la sintaxis y los participantes en la comunicación especializada, que lleva a distinguir hasta cuatro clases de variedades de especialidad: lenguajes profesionales, lenguajes técnicos, lenguajes científicos y lenguajes simbólicos. Considerados en ese orden, los lenguajes profesionales serían los que disfrutarían de un menor grado de abstracción, de una menor artificiosidad y de una sintaxis más libre; los lenguajes más abstractos y pre-determinados serían los simbólicos.

Antes de pasar al comentario de otros aspectos, me gustaría cerrar una puerta que antes hemos dejado antreabierta y que tiene que ver con las características del léxico de las lenguas de especialidad, muy especialmente con el léxico del lenguaje científico-técnico. En las unidades léxicas de este lenguaje se produce una circunstancia poco frecuente en el léxico común o general: el significante y el significado de estos signos establecen una relación unívoca que impide la polisemia o la connotación. En el libro de Martín, Ruiz, Santaella y Escánez, titulado Los lenguajes especiales, se afirma a este respecto, con toda razón:
La denotación expresa el significado de las palabras, sin mezcla de nota cualitativa alguna. La significación de los vocablos científicos es denotativa. Estos lenguajes, que por definición son unívocos y objetivos, evitan las equivalencias laterales de valor estilístico y expresivo: protozoo tiene un significado único e invariable en cualquier contexto en que se integre. (...) El vocabulario científico no se puede ver modificado por el contexto, ni intra ni extratextualmente, pues supondría, además, atentar contra la coherencia que debe mantener todo texto científico a lo largo de su trayectoria. De acuerdo con lo que estamos exponiendo, este léxico, a diferencia del léxico común, es un vocabulario inmóvil, sin posibilidad de traslado de su significado por motivos afectivos: diuresis no tiene la misma capacidad de transformación que posee la voz azul.
Esto es así, aunque si se es lector asiduo de Juan José Millás, tal vez se podrían plantear algunas dudas, en las que no me voy a detener. El léxico científico-técnico y el de otros muchos lenguajes de especialidad es un léxico que forma terminologías y que recibe también la denominación de "léxico nomenclador", frente a lo que se conoce como "léxico estructurado", que se organiza en campos léxico-semánticos en los que se establecen oposiciones estructurales.

Hemos llegado a la mitad del camino; hemos hablado, por tanto, de las características generales del fenómeno llamado "variación lingüística" y de las características generales de esas variedades llamadas "lenguajes de especialidad". Nos queda hacer el nudo con los dos cabos de esta cuerda (variación-lenguajes de especialidad) y para ello conviene recordar las preguntas iniciales: ¿existen posibilidades de variación en el terreno de las lenguas de especialidad? ¿en qué consisten esas posibilidades de variación? ¿cómo afecta la variación a la práctica de la enseñanza-aprendizaje de las lenguas de especialidad?

4. LA VARIABILIDAD DE LO INVARIABLE.
A la cuestión sobre la posible variabilidad de los lenguajes especiales debe ofrecerse una respuesta clara y sin ambages: si las lenguas naturales son variables y se manifiestan de forma variable, los lenguajes de especialidad, como parte que son de las lenguas naturales, también han de ser variables y manifestarse de modo variable, aunque ello pueda entrar en aparente contradicción con lo que antes hemos afirmado del léxico científico-técnico, por ejemplo. En la lengua, hasta lo aparentemente invariable puede ser variable.

La variabilidad de los lenguajes de especialidad puede afectar, como ocurre con las lenguas en su conjunto, a cualquier nivel lingüístico, de forma que es posible hallar ejemplos de variación, dentro de los lenguajes especiales, en el plano fónico, en el gramatical y en el léxico-semántico, ese plano, según hemos visto, de la denotación por excelencia.

Si los límites entre la lengua general y las lenguas de especialidad no son fáciles de precisar, no debe extrañar que, al menos en el plano fónico y en el gramatical –y a ello podría añadirse lo que tiene que ver con el discurso–, se encuentren cotas similares de variación, recordemos, de formas diferentes de decir lo mismo. Pero aquí lo interesante es descubrir y explicar que también encontramos ese fenómeno en el léxico, esto es, en las terminologías más técnicas. Teresa Cabré ha dedicado un epígrafe de su conocido manual sobre La terminología precisamente a la variación de estas unidades lingüísticas y explica lo siguiente:
En realidad, dentro de un mismo campo de especialidad también pueden coexistir efectivamente unidades formales idénticas con significado diferente.
Y añade en una nota:
Ni la propia terminología escapa a ese fenómeno de polisemia tan generalizado, en el fondo originado por la tendencia del lenguaje a la economía: la palabra terminología sirve para designar tanto la teoría de los términos como el conjunto de palabras de un campo de especialidad.(10)
La relación unívoca entre significante y significado queda rota cuando existen varias formas de decir lo mismo (en Física es lo mismo presión de vapor, presión de saturación, tesión de vapor), pero sobre todo cuando una forma adquiere distintos valores semánticos dentro de una especialidad. La consulta del Vocabulario científico y técnico de la Real Academia de Ciencias ofrece bastantes muestras de formas tecnolectales que han llegado a hacerse polisémicas:(11) principio de equivalencia en Física, prisma de Amici en Óptica. En la misma Lingüística el término registro es peligrosamente polisémico.

La polisemia de las terminologías puede deberse, en ocasiones, al hecho de que los límites entre algunos lenguajes de especialidad no existen o no están claramente establecidos: así ocurre entre el Derecho y la Administración, la Economía y las Matemáticas, la Química y la Biología. Sin embargo, por otro lado, en casos como estos no tendría por qué producirse ningún tipo de ambigüedad si el contexto en que se utiliza el término, los interlocutores que lo comparten y las referencias especializadas están bien identificados; lo que ocurre es que al admitir la importancia de tales elementos, estamos admitiendo que los valores semánticos podrían variar cuando lo hicieran las condiciones contextuales y situacionales.

Este último comentario nos conduce, sin solución de continuidad, a una cuestión clave del tema que estamos tratando, la de los factores que son capaces de determinar la variación en los lenguajes de especialidad. Y, una vez más, vamos a descubrir que en éste, como en todos los ámbitos de las lenguas naturales, son factores lingüísticos y extralingüísticos los que van a influir directamente en el origen y desarrollo de la variación lingüística. Los fenómenos variables que se encuentran en las lenguas de especialidad podrán venir motivados por factores lingüísticos, por factores extralingüísticos, por factores lingüísticos y extralingüísticos y por factores que no sean lingüísticos ni extralingüísticos. Naturalmente esos factores van a encontrar más posibilidades de acción en las variedades especiales menos abstractas, de sintaxis más libre y más dependientes de los interlocutores: así los llamados "lenguajes profesionales", como el jurídico-administrativo, en principio serían susceptibles de presentar un nivel de variación más amplio y extenso que los "lenguajes simbólicos", como el de las Matemáticas.

Entre los factores extralingüísticos con cierta capacidad de influencia sobre la variación en los lenguajes de especialidad, se incluirían los mismos que afectan a la lengua general: los factores geográficos, los históricos, los situacionales y los sociales. Veamos ejemplos de todo ello, en diversos planos lingüísticos y a partir de materiales procedentes de la lengua española, teniendo presente que los procesos variables no se dan en un mismo grado en todos los niveles de todos los lenguajes de especialidad.

5. PROBLEMAS Y EJEMPLOS ESPECÍFICOS DEL ESPAÑOL.
En el plano fónico –y aquí incluimos la fonética, la fonología y la prosodia– es, tal vez, donde menos fenómenos variables encontramos relacionados intrínsecamente con los lenguajes de especialidad, aunque en ellos se recoja toda la variabilidad de la lengua general, como es lógico: un abogado mexicano hará uso de los rasgos fónicos propios del español de México; un científico argentino hablará con la fonética argentina; los profesores de español con fines específicos de México y de España utilizarán y enseñarán una fonética mexicana y de la región española que sea respectivamente, tanto si hablan de sanidad como si enseñan español de los negocios.

Ahora bien, a pesar de todo, sí es posible encontrar que ciertos rasgos variables de la lengua general afectan más nítidamente que otros a la lengua utilizada con fines específicos. Comentaremos sólo tres ejemplos: la forma de leer o decir los números de teléfono, la forma de pronunciar las siglas y la forma de pronunciar términos procedentes de lenguas extranjeras: en todos estos casos se trata de aspectos lingüísticos con amplia presencia en numerosos ámbitos especializados.

En cuanto a los números de teléfono, asunto importante en el campo de los negocios que podría hacerse extensivo al de la pronunciación de los números en general, estoy seguro de que la secuencia numérica 358 4967 podría ser leída, al menos, de tres formas diferentes: 3 5 8 4 9 6 7; 358 49 67; 35 84 96 7. Algo semejante ocurre con las siglas, muchas de las cuales admiten en español dicciones distintas (el ejemplo más conocido es el del PSOE), mientras otras se leen siempre como siglas (I.R.P.F.) y otras siempre como si de palabras ordinarias se tratara (T.A.E., I.B.I., I.A.T.A.). La práctica de asuntos tan aparentemente triviales no lo es para un alumno extranjero que deba aprender a concertar citas o a mantener entrevistas de negocios en persona o por medio del teléfono, y los profesores de español con fines específicos han de tenerlo muy en cuenta, porque sus alumnos pueden llegar a moverse profesionalmente por muy diversos lugares del mundo hispánico.

En la pronunciación de formas originarias de lenguas extranjeras también encontramos una variación interesante, y no nos referimos ahora al fenómeno genérico de la adopción de préstamos, sino al modo en que los préstamos se pronuncian. Es bien conocido que los préstamos, según el momento y las condiciones de su introducción en una lengua, pueden reflejar un grado distinto de adaptación a la fonética y la morfología de la lengua receptora, de modo que hay formas tan bien adaptadas que ya no son reconocidas como préstamos --en muchos casos ya son auténticas palabras patrimoniales–, otras han experimentado una adaptación parcial y otras no han sido adaptadas ni en su fonética, ni en su morfología ni en sus grafías. El problema que ahora nos interesa es, sobre todo, el que afecta a estas últimas, a la pronunciación de los préstamos que aún no se han adaptado.

En el léxico de la Bolsa, por ejemplo,(12) se utilizan términos como good will, hot money o cash flow. Al margen de discutir sobre la conveniencia de usar esos términos o sus equivalentes españoles (fondo de comercio, dinero caliente, recursos generados) es interesante saber que, frente a lo que ocurre en otros países incluso del mundo hispánico, en España es corriente pronunciarlos con una adaptación parcial y decir, por ejemplo, [estók] o [trús], para stock y trust, cosa que mueve a la risa para muchos extranjeros que consideran tal pronunciación como una síntoma claro de ignorancia del inglés, mientras que en España una pronunciación fiel al inglés puede funcionar como un síntoma de arrogancia o de exhibicionismo lingüístico; incluso muchas veces no se entiende, por la falta de hábito de oírlo con su fonética original. Insistimos: estos fenómenos de variación no son específicos de las lenguas de especialidad, es decir, afectan a la lengua general, pero en ciertos casos su comentario es relevante para la enseñanza-aprendizaje de lenguas con fines específicos. En ellos pueden influir tanto factores geográficos –los usos son diferentes en unos lugares y en otros--, factores situacionales y factores sociales: según el contexto, los interlocutores y las propias características sociales del hablante podemos encontrar preferencias por unas variantes fónicas o por otras.

Pasemos ya al plano gramatical. En la gramática de los lenguajes de especialidad también existen fenómenos variables compartidos con la lengua general, pero que adquieren cierto relieve, por causas diversas, en nuestro ámbito. Muchas de esas manifestaciones lingüísticas variables se deben simplemente a la existencia de variedades geolectales diferentes. Pongamos un ejemplo muy conocido entre los dialectólogos: el de la preposición hasta. En el español de España y de otros muchos países hispánicos, la preposición hasta sirve para expresar un límite: tienen abierta la fábrica hasta las 12. Sin embargo, en varios lugares hispanohablantes puede expresar ‘inicio’ o ‘término’ sin que deba ir acompañada del adverbio no. En México, hasta puede indicar inicio sin que se haga referencia al momento inicial de la acción durativa: hasta ayer me lo entregaron ‘hasta ayer no me lo entregaron’. 

Este fenómeno, aparentemente, puede ser visto como algo sin importancia que afecta a la comprensión de una información más o menos relevante. Pero el uso alternante no es tan frívolo si nos situamos en una situación específica como la transmisión de órdenes e informaciones en el transporte aéreo. En un texto real de "Aeroméxico" se lee:
Para inflar el chaleco tiren de las perillas y cuiden de hacerlo hasta que se encuentren fuera del avión.
Cuando se procede a la enseñanza de español con fines específicos a personas que van a moverse por todo el mundo hispánico, no puede olvidarse la explicación y la práctica correspondiente a los variados valores de hasta en el mundo hispánico.

Dentro aún del ámbito gramatical, podemos hallar alternancias morfológicas pertinentes para el ámbito de los lenguajes de especialidad y originadas muchas de ellas en factores geolingüísticos. Por ejemplo, en el lenguaje de la Economía alternan, en el mundo hispánico, las formas coste y costo, sin embargo la primera es claramente preferida en España, mientras que la segunda puede encontrarse más en América. Este asunto, que para un ajeno podría ser irrelevante, puede no serlo en el ámbito profesional o de la especialidad. He tenido oportunidad de oír decir a una profesora de Economía, al explicar a sus alumnos los rudimentos de ese concepto, que no se les ocurriera decir costo sino coste porque costo era la forma habitual en los manuales medianamente traducidos del inglés en Hispanoamérica y además porque el costo había que dejarlo para hacer referencia a otros menesteres no ligados necesariamente al mundo de la Economía. Este tipo de información, me refiero a la que tiene que ver con los usos preferidos por los economistas en unos lugares y en otros, es importante en la enseñanza - aprendizaje del español empresarial y de los negocios.

Sin embargo, otras veces, la variación no se debe tanto a factores geográficos como históricos: pensemos, por ejemplo, en el uso del futuro de subjuntivo utilizado en el lenguaje jurídico-administrativo (la sanción que hubiere lugar). Efectivamente, el uso del subjuntivo, en general, y del futuro de subjuntivo en particular es un rasgo tradicional en este tipo de lenguaje específico. Sin embargo, el mundo del Derecho y de la Administración está conociendo una relativa modernización formal que propugna un acercamiento de los usos escritos profesionales a los usos orales actuales, por lo que no es extraño leer y oír ya formas en imperfecto de subjuntivo que sustituyen a lo que tradicionalmente se había expresado en futuro de subjuntivo. El lenguaje jurídico-administrativo, siguiendo propuestas recientes, está abandonando un gran número de arcaísmos gramaticales que, por el momento, alternan, con mejor o peor fortuna, con variantes actualizadas.

También el plano léxico-semántico nos ofrece muestras de variación, que en una buena parte se deben a la existencia de variedades de especialidad marcadas geolingüísticamente. Por desgracia, el léxico, las terminologías de muchos ámbitos especializados nos están unificadas en el mundo hispánico, dando lugar a una heterogeneidad que afecta a los estudiantes de español con fines específicos. Esas formas léxicas, alternantes según la región hispánica, pueden ser consideradas como geosinónimos y serían casos de sinonimia o equivalencia lógica puesto que se parte de una igualdad en el referente: en este caso, lo semántico se fundamenta en lo referencial.

Los ejemplos de este tipo de sinonimia –o geosinonimia– los encontramos en campos especializados muy diversos, con niveles de divergencia lingüística diferentes. Vamos a ilustrar tal variación con formas pertenecientes al ámbito del automóvil, de las herramientas y del léxico de la construcción. En el léxico del automóvil, descubrimos (aparte del muy conocido caso de coche, carro y auto) que volante es la forma más difundida en todo el mundo hispánico –por lo tanto, sería la que habría que enseñar preferentemente–, pero no hay que echar en saco roto la frecuencia de guía y de timón en las Antillas españolas y de manubrio en Chile; intermitente es la forma general y casi exclusiva en España, pero no se usa, o apenas se usa, en territorios tan significativos como México –donde se prefiere direccional– o como Argentina, donde se usa luz (de posición, de guiño o de giro); la forma baca es casi la única utilizada en España, pero no se maneja prácticamente en ningún lugar de Hispanoamérica, donde se prefiere parrilla con toda claridad; similar comportamiento se observa en la voz depósito para la gasolina, predominante en España, mientras que América se inclina por tanque.

Los nombres de algunas herramientas ofrecen un panorama similar en el mundo hispánico. Alicate o alicates es voz utilizada ampliamente en el mundo hispánico y debería, por tanto, ser llevada al aula sin ningún tipo de reparo, pero no habría que olvidarse de la importancia de las formas pinza o pinzas en buena parte del Caribe, México y Centroamérica. En el mundo de los objetos de escritorio, la grapadora de España y las Antillas se hace engrapadora en México y parte de Sudamérica y abrochador o abrochadora en Argentina, por ejemplo. Por fortuna, actualmente disponemos de datos como estos, y de forma tan abundante como fiable gracias al proyecto de investigación denominado VARILEX ("Variación léxica en el mundo hispánico") que recoge información de primera mano de todo el dominio hispanohablante, centrándose en el léxico urbano y moderno, un léxico que en muchas ocasiones forma parte de los lenguajes de especialidad.

Más peligrosas y delicadas que las que hasta aquí hemos visto podrían llegar a ser las diferencias geolectales que existen en la terminología de la construcción. El banco de datos de términos de la construcción de España y de Hispanoamérica, llamado BANTE, recogido en la Universidad de Valladolid y editado en forma de CDROM, proporciona numerosos ejemplos de divergencias que podrían subsanarse, si se pone algún interés en ello, dada la evidente repercusión social que podría tener este tipo de discrepancias léxicas en unos momentos en que la colaboración profesional internacional es cada vez más frecuente.

Pero todavía se puede hacer referencia, dentro del nivel léxico-semántico, a otros fenómenos llenos de interés. A uno de ellos ya hemos hecho alusión: el préstamo. Una de las características de los lenguajes de especialidad es la incorporación de numerosas voces precedentes de lenguas extranjeras, si bien en la actualidad la lengua que más elementos aporta a los ámbitos especializados de las más diversas lenguas es el inglés. El anglicismo se está extendiendo en los lenguajes de especialidad con mayor intensidad si cabe que en la lengua general: unas veces por necesidad (nuevos conceptos, nuevos objetos, nuevas técnicas, originadas muchas de ellas en países anglohablantes), otras veces como marca de grupo, puesto que el dominio de ciertos anglicismos estaría vedado a los iniciados en ciertos ámbitos profesionales (pensemos en el léxico de la aviación), otras veces simplemente por el prestigio inherente al uso de unidades foráneas, aunque sean innecesarias. Estos últimos usos corresponderían a lo que Ramón Trujillo llama el uso simbólico, que depende de convenciones sociales ajenas a la esencia misma del idioma, frente al uso semántico, que emana de la naturaleza propia de las palabras o de los textos.

El inglés, por tratarse de la mayor de las lenguas francas y por ser hablada en países de un importante índice de desarrollo humano, disfruta de un prestigio y de una capacidad de influencia sobre las lenguas de especialidad sin parangón, si bien esa influencia se hace más evidente en unos países que en otros: sirva como ejemplo el léxico de la confección utilizado en Puerto Rico, comentado y analizado por Humberto López Morales hace algunos años.

Sin embargo, el catálogo de muestras de variación lingüística en el ámbito de los lenguajes especiales no se agota en los niveles fónico, gramátical y léxico. El plano del discurso (de la lengua escrita y de la lengua hablada) y de la conversación (en el caso de la lengua hablada) está repleto de variaciones, de origen geográfico por supuesto, pero también de origen situacional y social. Las formas de organizar los textos epistolares, los informes, los certificados o las actas son diferentes en diversos lugares del mundo hispánico; esas diferencias afectan a las rutinas y aspectos marginales, como la disposición de la fecha o de las firmas, entre otros. El mundo de la cortesía, pensando ahora en la lengua hablada, ofrece matices singulares, en unas regiones y en otras, que pueden ser determinantes a la hora de mantener una relación profesional o de cerrar un negocio. Las formas de tratamiento –las nominales y las pronominales– tienen un valor especial en las relaciones humanas y muy especialmente en las relaciones profesionales. Las cuestiones proxémicas y kinésicas, por más que no sean puramente lingüísticas, tampoco deben despreciarse en la enseñanza de lenguas con fines específicos: la forma de sentarse, de gesticular o el tono de la voz ayudan a cerrar una compra-venta con éxito, como pueden ayudar a frustrarla definitivamente. Todo ello tiene que ver con la variación, no digamos ya solo lingüística, sino comunicativa, y todo ello puede ser objeto de interés para la enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras con fines específicos.

6. CONCLUSIÓN.
Creo que a estas alturas de mi exposición debería haber dejado claro, no sólo que la lengua es variable y se manifiesta de forma variable, sino también que, a pesar del carácter relativamente limitado y monolítico de los lenguajes de especialidad, en ellos se hallan muestras numerosas y diversas de variación lingüística, en todos los niveles de la lengua. La cuestión está en si esas diferencias se llevan realmente a las aulas de lenguas extranjeras con fines específicos.

Si uno revisa los manuales de lenguajes de especialidad publicados hasta el momento en España –pocos sin duda alguna, aunque valiosos–, aprecia de inmediato que la atención dedicada a la variación lingüística es mínima. Por lo general, los autores de manuales y los profesores de lenguas con fines específicos se comportan en su tarea como si semejante variación no existiera o como si fuera un componente despreciable. ¿Por qué suele ocurrir esto? (digo suele para no generalizar de forma injusta). Pues podrían darse varias respuestas. En primer lugar, porque ya resulta bastante complicado ofrecer y mantener un curso de fines específicos. Las dificultades son muchas:
a) la formación especializada del profesorado, generalmente deficiente,
b) la dificultad de fijar una relación de contenidos, por lo difuso de los límites entre lengua general y especializada,
c) la dificultad de adscribir a los alumnos a los niveles previstos,
d) la dificultad de mantener el nivel de motivación, sobre todo cuando la enseñanza - aprendizaje no es individualizada.

Todo esto ya es bastante como para tener que pensar, además, en ofrecer un tratamiento profundo de los fenómenos de variación. Tratamiento que, por otra parte, presenta una limitación esencial y gravísima: la falta de información útil y accesible para el profesor de lenguas extranjeras con fines específicos. ¿Dónde puede encontrar un profesor un repertorio completo de documentación escrita de diversas especialidades y procedentes de todo el mundo hispánico?

No olvidemos, además, que a menudo la formación específica de los profesores de lengua es deficiente, deficiencia que equivale a la que exhiben los especialistas en una materia determinada al afrontar la enseñanza de una lengua extranjera, por su desconocimiento de la lengua. Falta información sobre las lenguas de especialidad, falta información sobre las lenguas de especialidad en el mundo hispánico, faltan manuales, faltan conocimientos sobre las terminologías,... faltan demasiadas cosas. Algunas iniciativas pueden empezar a paliar estas carencias: el proyecto VARILEX, el proyecto BANTE, los corpus que se están reuniendo en diversos lugares, las series de manuales que se están publicando, pero aún no es suficiente.

NOTAS.
1 H. Cedergren, "Sociolingüística", en H. López Morales (coord.), Introducción a la lingüística actual, Madrid, Playor, 1983, p. 150. H. López Morales, Sociolingüística, 2ª ed., Madrid, Gredos, 1993, pp. 84-85.
2 Introducción a la lexicografía moderna, 3ª ed., Madrid, C.S.I.C., 1992, p. 279.
3 Denominación dada por B. Rodríguez en Las lenguas especiales. El léxico del ciclismo, León, Colegio Universitario de León, 1981, pp. 9-153. Véase también B. Rodríguez, "Argot y lenguaje coloquial", en A. Briz, J.R. Gómez Molina, M.J. Martínez y Grupo Val.Es.Co. (eds.), Pragmática y gramática del español hablado, Valencia, Universidad de Valencia-Pórtico, 1997, pp. 225-239.
4 Véase B. Rodríguez, "Lo específico de los lenguajes científico-técnico", Archivum, XXVII-XXVIII (1977-1978), pp. 485-521. También M.T. Cabré, La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones, Barcelona, Antártida, 1993.
5 Véase M. Alvar, La lengua de ..., Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1993.
6 Véase R. Salillas, "Teoría y caracteres de las jergas", en El delincuente Español, Madrid, Victoriano Suárez, 1896.
7 Este recurso lo utiliza el lunfardo. Sobre alteraciones formales con fines comunicativos o lúdicos, son ilustrativos los ejemplos recogidos en la obra de D. Crystal, Enciclopedia del lenguaje de la Universidad de Cambridge, Madrid, Taurus, 1994, pp. 53-59.
8 El lunfardo es un argot porteño, restringido a iniciados y llamado policialmente lenguaje canero. Como ocurre en muchos lugares, algunas palabras del lunfardo han pasado a formar parte del léxico general, en este caso de Buenos Aires: mina, gil, chamuyo, papusa. Véase J.L Borges y J.E. Clemente, El lenguaje de Buenos Aires, 4ª. ed., Buenos Aires, Emecé, 1968; E. Teruggi, Panorama del lunfardo, 2ª ed., Buenos Aires, Sudamericana, 1978.
9 Véase V. León, Diccionario de argot español, Madrid, Alianza, 1980.
10 Barcelona, Antártida, 1993, p. 214 y ss.
11 2ª. ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1990.
12 A.M. Arroyo, La manipulación de las cotizaciones de Bolsa, Madrid, ICAI, 1978. Incluye vocabulario de términos bursátiles.

© Francisco Moreno Fernández , 2001.
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