Francisco
Moreno Fernández (francisco.moreno@uah.es)
Dpto. de Filología Española
Universidad de Alcalá
Dpto. de Filología Española
Universidad de Alcalá
Este artículo es la versión escrita de la conferencia impartida por el
autor y publicada previamente en S. Barrueco, E. Hernández y L. Sierra (eds.),
Lenguas para fines específicos (VI). Investigación y enseñanza, Alcalá
de Henares, Universidad de Alcalá, 1999, pp. 3-14.
1.INTRODUCCIÓN
El título de estas líneas, "Lenguas de
especialidad y variación lingüística", marca los linderos del
terreno en que nos vamos a mover, un terreno amplio, complicado, pero de un
gran interés, tanto teórico como práctico. La enseñanza-aprendizaje de
lenguas con fines específicos obliga al manejo de unos conceptos claros,
sobre todo en lo que se refiere a las características de las lenguas de
especialidad, esas lenguas que, según Richards y Platt, "se utilizan
en ciertos tipos de comunicación particulares y restringidos y que
contienen rasgos léxicos, gramaticales y de otras índoles, diferentes de
los de la lengua común".
Nuestra intención va a ser muy simple: reflexionar y
hacer reflexionar sobre la naturaleza de esas lenguas o lenguajes de
especialidad, insistiendo en uno de sus aspectos menos tratados (la
variación) y en ejemplos procedentes de la lengua española. De ello se han
de derivar, naturalmente, cuestiones significativas para la práctica de la
enseñanza de las lenguas con fines específicos, aunque el lugar, la
proxémica y la ocasión inviten más a la reflexión teórica que a otra
cosa.
El recorrido que me dispongo a seguir parte del
comentario de algunos aspectos generales de la variación lingüística,
continúa por el repaso de las características más destacadas de las
lenguas de especialidad, sigue por la consideración de los aspectos
variables de esas lenguas de especialidad y concluye con la presentación de
algunos problemas teórico-prácticos que plantea la variación en este
ámbito, sobre todo en lo que afecta al español.
Conocida la ruta, me
dispongo a recorrerla proponiendo preguntas como estas: ¿hasta qué punto
son diferentes los rasgos de las lenguas de especialidad de los de la lengua
común, como señalan Richards y Platt? ¿existen posibilidades de
variación en el terreno de las lenguas de especialidad? ¿en qué consisten
esas posibilidades de variación? ¿se tiene en cuenta la variación
lingüística en la enseñanza de lengua con fines específicos? y ¿cómo
afecta la variación a la práctica de la enseñanza-aprendizaje de las
lenguas de especialidad? Comencemos.
2.
LA LENGUA ES VARIABLE.
Partimos de un principio general: la lengua es variable y
se manifiesta de modo variable. Este principio supone que los hablantes
recurren a elementos lingüísticos distintos para expresar contenidos
distintos y, a la vez, que se pueden usar elementos lingüísticos
diferentes para decir unas mismas cosas.
Es evidente, pues, que la lengua se manifiesta de modo
variable. Pero, ¿por qué se dice que la lengua es variable?
Lógicamente, si se cree en la variabilidad de la lengua es porque se acepta
la posibilidad de que esa variabilidad forme parte de su esencia, porque se
admite que lo variable está presente en eso que unos llaman sistema, o
lengua o langue, y otros llaman competencia. La forma en que se
explica como lo variable se incluye en esos niveles abstractos
--supuestamente los más estables, generales y constantes--, es asunto que
ahora nos queda algo lejos.
Cuando se identifica un fenómeno de variación (de la
variación que supone la existencia de formas diferentes de decir lo mismo)
surgen de inmediato preguntas como ¿por qué se produce tal variación?
¿cómo se ha originado? Y las respuestas suelen apuntar a factores
extralingüísticos, factores como la geografía, la historia, la situación
comunicativa, en su sentido más amplio, o determinados elementos sociales.
Pero no siempre es así. Por eso se ha dicho (1)
que los factores que determinan la aparición de unas variantes
lingüísticas en ciertas circunstancias y de otras variantes en
circunstancias diferentes, dentro de una comunidad de habla, pueden
responder a estas cuatro posibilidades:
-
que las variantes vengan determinadas exclusivamente por factores lingüísticos;
-
que las variantes vengan determinadas exclusivamente por factores extralingüísticos;
-
que las variantes vengan determinadas conjuntamente por factores lingüísticos y extralingüísticos;
-
que las variantes no vengan determinadas por factores lingüísticos ni por factores extralingüísticos.
En el último caso, lo más probable no es la ausencia de
determinación por parte de esos tipos de factores, sino tal vez la falta de
respuestas o de explicaciones por parte de los especialistas. Si algo no
viene determinado aparentemente ni por unos factores ni por otros, es más
razonable pensar en la incapacidad de los estudiosos que en la
inexplicabilidad de la lengua.
Considerando todo lo anterior, es preciso insistir en el
hecho de que la variación, definida como el uso alterno de formas
diferentes de decir lo mismo, se puede encontrar prácticamente en todos
los niveles de la lengua, desde el más concreto (fonético-fonológico) al
más amplio (discurso, por ejemplo), pasando por la gramática y el léxico.
Para explicar el funcionamiento de estos usos, se puede prestar atención,
separada o conjuntamente, a la forma en que ejercen su influencia los
factores lingüísticos y a la forma en que lo hacen los factores
extralingüísticos, esto es, los factores históricos, geográficos,
contextuales y sociales.
Entre esos factores sociales está naturalmente la
profesión u ocupación de los hablantes. Y ahora cabe plantearse, ¿afecta
la variación lingüística a los lenguajes de especialidad? ¿habría que
tener en cuenta esa variación a la hora de estudiar y enseñar tales
lenguajes?
3.TAMBIÉN LOS LENGUAJES DE ESPECIALIDAD SON VARIABLES. LO VARIABLE DE LO
INVARIABLE.
Como es sabido, los llamados lenguajes de especialidad
tradicionalmente han recibido el nombre genérico de "jergas",
entendiendo "jerga" como un conjunto de caracteres lingüísticos
específicos de un grupo de hablantes dedicados a una actividad determinada;
en cierto modo, el uso de una jerga siempre es una forma de marcar una
identidad sociolingüística o la pertenencia a un grupo. Esa denominación
de "jerga", sin embargo, incluye situaciones y realidades bien
diferenciadas, como advirtió hace tiempo Julio Casares:
Y efectivamente, podemos hablar de jerga para hacer
referencia a los usos característicos de grupos gremiales, cuya comunicación
puramente profesional no ha de tener una intención o un carácter críptico,
por más que su dominio corresponde normalmente a individuos iniciados.
Estamos ante variedades sectoriales, especializadas,(3)
de grupo o tecnolectos, con diferente
grado de hermetismo, que pueden ser de muchos tipos: aquí se incluiría la
jerga médica y de la enfermería, la economista y empresarial, la jurídica,
la militar, la periodística, la informática y multitud de jergas de oficios,
que en ocasiones han gozado de una larga tradición. En conexión con estas
variedades sectoriales, estarían también los "lenguajes científico -
técnicos", formados principalmente por nomenclaturas específicas.(4)
A este primer tipo de jergas se añadirían, en segundo
lugar, las que permiten caracterizar a un grupo social, sea el que sea, según
la actividad que realice: estudiantes, deportistas, funcionarios, pescadores,
etc. Estamos ante variedades más o menos accesibles, que no tienen una
intención críptica y que no se suelen utilizar fuera del grupo, aunque
algunas de ellas tienen más facilidad que otras para transferir elementos a
la lengua general: en España, por ejemplo, el uso general ha incorporado
muchas voces propias de la jerga estudiantil, de la taurina o de la política,
debido, en gran parte, a la influencia de los medios de comunicación social.(5)
Sin embargo, una jerga también puede entenderse
como un conjunto de rasgos lingüísticos, generalmente artificiosos,
utilizados con una intención críptica o esotérica. Se trata de
"lenguas secretas" manejadas por grupos sociales cuya actividad
está o puede estar fuera de una norma o incluso fuera de la ley —es la
lengua de los bajos fondos, del hampa, de la delincuencia—,(6)
aunque también se han utilizado en otras
actividades, como las comerciales o las trashumantes. Estos usos, en general,
se caracterizan por una gran capacidad de cambio dado que, conforme se hacen
transparentes, aparecen nuevas voces que sustituyen a las que empiezan a ser
desveladas. Los recursos lingüísticos de las jergas crípticas, además de
ser artificiosos, suponen una actitud activa por parte del grupo y afectan
sobre todo al léxico y a la fraseología: se modifican formal o
semánticamente términos ya existentes (por ejemplo, cambiando el orden de
las sílabas),(7)
se toman formas prestadas de otras lenguas (en el caso del español de
España, se han tomado del gallego, del catalán, del vasco, del francés, del
árabe, del caló; en el lunfardo, se han tomado del italiano),(8) se usan palabras onomatopéyicas o se incorporan nuevas series de numerales.
Ejemplos de estos usos pueden ser la germanía española del Siglo de
Oro, el primer lunfardo argentino o la más reciente jerga de la
drogadicción.(9)
No obstante, volviendo al ámbito de la enseñanza de
lenguas con fines específicos, parece claro que esta podría orientarse en la
dirección de cualquiera de las tres acepciones de "jerga" que
acabamos de comentar; de hecho seguramente que a más de uno nos gustaría
dominar alguna jerga secreta de una lengua extranjera o los recursos de la
lengua estudiantil utilizados en las universidades que visitamos, pero no es
este el tipo de enseñanza-aprendizaje con fines específicos mas frecuente.
Por lo general, el estudio de una lengua con fines específicos se centra en
el aprendizaje de una de las variedades que hemos llamado lenguajes de
especialidad, variedades sectoriales, de grupo o tecnolectos. En esta línea,
tal vez las variedades mejor atendidas en la enseñanza de lenguas extranjeras
hayan sido el lenguaje jurídico y administrativo, el lenguaje comercial o de
los negocios, el lenguaje sanitario, el lenguaje académico, el lenguaje
científico-técnico y algunos lenguajes aún mas restringidos, como el
lenguaje turístico o, en el caso del inglés, el inglés utilizado en el
control del tráfico aéreo, por ejemplo. Podría pensarse que aquí habría
que incluir otras enseñanzas específicas, como las destinadas a niños o a
población inmigrante, pero estos casos ofrecen una especificidad originada en
el tipo de destinatario y no tanto en la variedad lingüística misma, por lo
que han de recibir tratamiento diferenciado en el que no nos vamos a detener.
Así pues, situándonos en el campo de la
enseñanza-aprendizaje de variedades de especialidad, ¿cuáles serían sus
principales características? Y aquí habría que decir que no todos los
lenguajes especializados comparten plenamente unos rasgos lingüísticos,
aunque sí es posible fijar como caracteres comunes los siguientes.
1) En primer lugar, son variedades especializadas aquellas
que sirven como instrumento de comunicación formal y funcional entre
especialistas en una determinada materia.
2) Desde un punto de vista lingüístico, los lenguajes de
especialidad se caracterizan por utilizar, en términos generales, la
gramática de la lengua común, matizada por ciertos usos que pueden destacar
cualitativa o cuantitativamente: así, es frecuente que aparezcan formas de
tratamiento específicas o habituales en ciertos ámbitos profesionales
(pensemos, para el ámbito jurídico, en formas como señoría o letrado
o, para el ámbito académico, en formas como profesor o doctor),
como frecuente es el uso específico de ciertas formas verbales (pensemos en
el futuro de subjuntivo o en el gerundio, en la lengua
jurídico-administrativo: si no compareciere, alegación solicitando
revisión de pruebas) y como frecuente puede ser el uso de procedimientos
específicos de formación de palabras.
Por lo tanto, la base gramatical de los lenguajes de
especialidad, con las precisiones pertinentes, es la misma que la de la lengua
general, como ocurre también con la base fonético-fonológica y prosódica.
Hay casos de "jergas", no obstante, de registros profesionales, como
la actividad de los narradores de acontecimientos deportivos, de los locutores
de las noticias que aparecen en los informativos de radio y televisión o de
los presentadores de algunos concursos, que exigen unos patrones prosódicos
bastante alejados de la lengua común, por lo que no es de extrañar que
muchas personas no soporten, por ejemplo, la narración radiofónica de un
partido de fútbol, sobre todo en el momento del paroxismo del gol. Pero, no
quisiera alejarme de los límites de las lenguas de especialidad propiamente
dichas.
Frente a lo que ocurre en el plano fónico y gramatical, el
ámbito del léxico sí que presenta numerosos elementos específicos, muchas
veces exclusivos, de las diferentes variedades de especialidad. Esos elementos
específicos suelen manifestarse en forma de terminologías. Más adelante
volveremos a ello.
3) Desde un punto de vista estilístico, los lenguajes de
especialidad se caracterizan por ser utilizados en contextos formales, por lo
que se ven favorecidos los rasgos que expresan una mayor impersonalidad y una
menor implicación afectiva.
4) Desde un punto de vista comunicativo, las variedades de
especialidad se caracterizan por subordinar lo estético y lo expresivo a lo
objetivo y a la eficacia comunicativa. De esta forma, se ven favorecidos los
usos lingüísticos capaces de expresar orden, claridad, concisión.
5) Teniendo en cuenta el modo del discurso –entendiendo
"modo" según lo hace M.A.K. Halliday al hablar del registro–, los
tecnolectos –digamos que en una buena parte de ellos– se caracterizan por
conceder un lugar preeminente al discurso escrito. En la práctica del
lenguaje jurídico-administrativo es importante conocer la forma de los
decretos, las instancias, las demandas, las actas, los oficios, los
certificados o los acuerdos; en la práctica del lenguaje de los negocios se
necesita conocer la forma de las cartas comerciales o de los pedidos; en la
práctica de la sanidad se debe conocer la forma de los historiales clínicos.
Esta caracterización que se acaba de presentar no está
exenta de problemas porque, por ejemplo, no siempre es fácil distinguir
cuándo estamos ante un rasgo lingüístico específico y cuándo ante un
rasgo general. Como ha señalado Maitena Etxebarría, en este campo los grados
de especificidad posibles son diversos, porque, junto a las formas que sólo
pertenecen a la competencia de los especialistas en un ámbito específico,
habría que incluir aquellas que pertenecen a la competencia de los
especialistas y a la competencia pasiva de los demás hablantes, aquellas que
son utilizadas en la lengua general y en la de especialidad, pero con
acepciones funcionalmente bien diferenciadas, y aquellas que forman parte de
la competencia de los especialistas y de los no especialistas, aunque su uso
es mucho más frecuente en la esfera de los primeros.
¿Dónde están, entonces, los límites entre una lengua de
especialidad y la lengua general? Cuestión es ésta bien grave y que complica
la vida, no sólo de los teóricos, sino también de los autores de manuales
de lenguas con fines específicos, de los jefes de estudios de cursos
especiales, que tienen que distribuir a sus alumnos por niveles, y de los
propios alumnos de cursos de lenguas extranjeras, que pueden llegar a perder
la motivación si se les insiste en una parte general de la lengua, que ya
conocen, o si ven que no avanzan en sus conocimientos específicos porque les
falta base en sus conocimientos de la lengua común.
A esta dificultad general, la de fijar los límites entre
lo específico y lo común, se puede añadir la derivada de los tipos tan
diferentes que existen entre los lenguajes de especialidad. Es ya conocida una
clasificación según el grado de abstracción del lenguaje, la
artificiosidad, la sintaxis y los participantes en la comunicación
especializada, que lleva a distinguir hasta cuatro clases de variedades de
especialidad: lenguajes profesionales, lenguajes técnicos, lenguajes
científicos y lenguajes simbólicos. Considerados en ese orden, los lenguajes
profesionales serían los que disfrutarían de un menor grado de abstracción,
de una menor artificiosidad y de una sintaxis más libre; los lenguajes más
abstractos y pre-determinados serían los simbólicos.
Antes de pasar al comentario de otros aspectos, me
gustaría cerrar una puerta que antes hemos dejado antreabierta y que tiene
que ver con las características del léxico de las lenguas de especialidad,
muy especialmente con el léxico del lenguaje científico-técnico. En las
unidades léxicas de este lenguaje se produce una circunstancia poco frecuente
en el léxico común o general: el significante y el significado de estos
signos establecen una relación unívoca que impide la polisemia o la
connotación. En el libro de Martín, Ruiz, Santaella y Escánez, titulado Los
lenguajes especiales, se afirma a este respecto, con toda razón:
La denotación expresa el significado de las palabras, sin mezcla de nota cualitativa alguna. La significación de los vocablos científicos es denotativa. Estos lenguajes, que por definición son unívocos y objetivos, evitan las equivalencias laterales de valor estilístico y expresivo: protozoo tiene un significado único e invariable en cualquier contexto en que se integre. (...) El vocabulario científico no se puede ver modificado por el contexto, ni intra ni extratextualmente, pues supondría, además, atentar contra la coherencia que debe mantener todo texto científico a lo largo de su trayectoria. De acuerdo con lo que estamos exponiendo, este léxico, a diferencia del léxico común, es un vocabulario inmóvil, sin posibilidad de traslado de su significado por motivos afectivos: diuresis no tiene la misma capacidad de transformación que posee la voz azul.
Esto es así, aunque si se es lector asiduo de Juan José
Millás, tal vez se podrían plantear algunas dudas, en las que no me voy a
detener. El léxico científico-técnico y el de otros muchos lenguajes de
especialidad es un léxico que forma terminologías y que recibe también la
denominación de "léxico nomenclador", frente a lo que se conoce
como "léxico estructurado", que se organiza en campos
léxico-semánticos en los que se establecen oposiciones estructurales.
Hemos llegado a la mitad del camino; hemos hablado, por
tanto, de las características generales del fenómeno llamado
"variación lingüística" y de las características generales de
esas variedades llamadas "lenguajes de especialidad". Nos queda
hacer el nudo con los dos cabos de esta cuerda (variación-lenguajes de
especialidad) y para ello conviene recordar las preguntas iniciales: ¿existen
posibilidades de variación en el terreno de las lenguas de especialidad? ¿en
qué consisten esas posibilidades de variación? ¿cómo afecta la variación
a la práctica de la enseñanza-aprendizaje de las lenguas de especialidad?
4. LA
VARIABILIDAD DE LO INVARIABLE.
A la cuestión sobre la posible variabilidad de los
lenguajes especiales debe ofrecerse una respuesta clara y sin ambages: si las
lenguas naturales son variables y se manifiestan de forma variable, los
lenguajes de especialidad, como parte que son de las lenguas naturales,
también han de ser variables y manifestarse de modo variable, aunque ello
pueda entrar en aparente contradicción con lo que antes hemos afirmado del
léxico científico-técnico, por ejemplo. En la lengua, hasta lo
aparentemente invariable puede ser variable.
La variabilidad de los lenguajes de especialidad puede
afectar, como ocurre con las lenguas en su conjunto, a cualquier nivel
lingüístico, de forma que es posible hallar ejemplos de variación, dentro
de los lenguajes especiales, en el plano fónico, en el gramatical y en el
léxico-semántico, ese plano, según hemos visto, de la denotación por
excelencia.
Si los límites entre la lengua general y las lenguas de
especialidad no son fáciles de precisar, no debe extrañar que, al menos en
el plano fónico y en el gramatical –y a ello podría añadirse lo que tiene
que ver con el discurso–, se encuentren cotas similares de variación,
recordemos, de formas diferentes de decir lo mismo. Pero aquí lo interesante
es descubrir y explicar que también encontramos ese fenómeno en el léxico,
esto es, en las terminologías más técnicas. Teresa Cabré ha dedicado un
epígrafe de su conocido manual sobre La terminología precisamente a
la variación de estas unidades lingüísticas y explica lo siguiente:
En realidad, dentro de un mismo campo de especialidad también pueden coexistir efectivamente unidades formales idénticas con significado diferente.
Y añade en una nota:
Ni la propia terminología escapa a ese fenómeno de polisemia tan generalizado, en el fondo originado por la tendencia del lenguaje a la economía: la palabra terminología sirve para designar tanto la teoría de los términos como el conjunto de palabras de un campo de especialidad.(10)
La relación unívoca entre significante y significado
queda rota cuando existen varias formas de decir lo mismo (en Física es lo
mismo presión de vapor, presión de saturación, tesión de vapor),
pero sobre todo cuando una forma adquiere distintos valores semánticos dentro
de una especialidad. La consulta del Vocabulario científico y técnico
de la Real Academia de Ciencias ofrece bastantes muestras de formas
tecnolectales que han llegado a hacerse polisémicas:(11)
principio de equivalencia en Física, prisma de Amici en
Óptica. En la misma Lingüística el término registro es
peligrosamente polisémico.
La polisemia de las terminologías puede deberse, en
ocasiones, al hecho de que los límites entre algunos lenguajes de
especialidad no existen o no están claramente establecidos: así ocurre entre
el Derecho y la Administración, la Economía y las Matemáticas, la Química
y la Biología. Sin embargo, por otro lado, en casos como estos no tendría
por qué producirse ningún tipo de ambigüedad si el contexto en que se
utiliza el término, los interlocutores que lo comparten y las referencias
especializadas están bien identificados; lo que ocurre es que al admitir la
importancia de tales elementos, estamos admitiendo que los valores semánticos
podrían variar cuando lo hicieran las condiciones contextuales y
situacionales.
Este último comentario nos conduce, sin solución de
continuidad, a una cuestión clave del tema que estamos tratando, la de los
factores que son capaces de determinar la variación en los lenguajes de
especialidad. Y, una vez más, vamos a descubrir que en éste, como en todos
los ámbitos de las lenguas naturales, son factores lingüísticos y
extralingüísticos los que van a influir directamente en el origen y
desarrollo de la variación lingüística. Los fenómenos variables que se
encuentran en las lenguas de especialidad podrán venir motivados por factores
lingüísticos, por factores extralingüísticos, por factores lingüísticos
y extralingüísticos y por factores que no sean lingüísticos ni
extralingüísticos. Naturalmente esos factores van a encontrar más
posibilidades de acción en las variedades especiales menos abstractas, de
sintaxis más libre y más dependientes de los interlocutores: así los
llamados "lenguajes profesionales", como el
jurídico-administrativo, en principio serían susceptibles de presentar un
nivel de variación más amplio y extenso que los "lenguajes
simbólicos", como el de las Matemáticas.
Entre los factores extralingüísticos con cierta capacidad
de influencia sobre la variación en los lenguajes de especialidad, se
incluirían los mismos que afectan a la lengua general: los factores
geográficos, los históricos, los situacionales y los sociales. Veamos
ejemplos de todo ello, en diversos planos lingüísticos y a partir de
materiales procedentes de la lengua española, teniendo presente que los
procesos variables no se dan en un mismo grado en todos los niveles de todos
los lenguajes de especialidad.
5. PROBLEMAS Y
EJEMPLOS ESPECÍFICOS DEL ESPAÑOL.
En el plano fónico –y aquí incluimos la fonética, la
fonología y la prosodia– es, tal vez, donde menos fenómenos variables
encontramos relacionados intrínsecamente con los lenguajes de especialidad,
aunque en ellos se recoja toda la variabilidad de la lengua general, como es
lógico: un abogado mexicano hará uso de los rasgos fónicos propios del
español de México; un científico argentino hablará con la fonética
argentina; los profesores de español con fines específicos de México y de
España utilizarán y enseñarán una fonética mexicana y de la región
española que sea respectivamente, tanto si hablan de sanidad como si enseñan
español de los negocios.
Ahora bien, a pesar de todo, sí es posible encontrar que
ciertos rasgos variables de la lengua general afectan más nítidamente que
otros a la lengua utilizada con fines específicos. Comentaremos sólo tres
ejemplos: la forma de leer o decir los números de teléfono, la forma de
pronunciar las siglas y la forma de pronunciar términos procedentes de
lenguas extranjeras: en todos estos casos se trata de aspectos lingüísticos
con amplia presencia en numerosos ámbitos especializados.
En cuanto a los números de teléfono, asunto importante en
el campo de los negocios que podría hacerse extensivo al de la pronunciación
de los números en general, estoy seguro de que la secuencia numérica 358
4967 podría ser leída, al menos, de tres formas diferentes: 3 5 8 4 9 6 7;
358 49 67; 35 84 96 7. Algo semejante ocurre con las siglas, muchas de las
cuales admiten en español dicciones distintas (el ejemplo más conocido es el
del PSOE), mientras otras se leen siempre como siglas (I.R.P.F.) y otras
siempre como si de palabras ordinarias se tratara (T.A.E., I.B.I., I.A.T.A.).
La práctica de asuntos tan aparentemente triviales no lo es para un alumno
extranjero que deba aprender a concertar citas o a mantener entrevistas de
negocios en persona o por medio del teléfono, y los profesores de español
con fines específicos han de tenerlo muy en cuenta, porque sus alumnos pueden
llegar a moverse profesionalmente por muy diversos lugares del mundo
hispánico.
En la pronunciación de formas originarias de lenguas
extranjeras también encontramos una variación interesante, y no nos
referimos ahora al fenómeno genérico de la adopción de préstamos, sino al
modo en que los préstamos se pronuncian. Es bien conocido que los préstamos,
según el momento y las condiciones de su introducción en una lengua, pueden
reflejar un grado distinto de adaptación a la fonética y la morfología de
la lengua receptora, de modo que hay formas tan bien adaptadas que ya no son
reconocidas como préstamos --en muchos casos ya son auténticas palabras
patrimoniales–, otras han experimentado una adaptación parcial y otras no
han sido adaptadas ni en su fonética, ni en su morfología ni en sus
grafías. El problema que ahora nos interesa es, sobre todo, el que afecta a
estas últimas, a la pronunciación de los préstamos que aún no se han
adaptado.
En el léxico de la Bolsa, por ejemplo,(12)
se utilizan términos como good will, hot money o cash flow.
Al margen de discutir sobre la conveniencia de usar esos términos o sus
equivalentes españoles (fondo de comercio, dinero caliente, recursos
generados) es interesante saber que, frente a lo que ocurre en otros países
incluso del mundo hispánico, en España es corriente pronunciarlos con una
adaptación parcial y decir, por ejemplo, [estók] o [trús], para stock y
trust, cosa que mueve a la risa para muchos extranjeros que consideran
tal pronunciación como una síntoma claro de ignorancia del inglés, mientras
que en España una pronunciación fiel al inglés puede funcionar como un
síntoma de arrogancia o de exhibicionismo lingüístico; incluso muchas veces
no se entiende, por la falta de hábito de oírlo con su fonética original.
Insistimos: estos fenómenos de variación no son específicos de las lenguas
de especialidad, es decir, afectan a la lengua general, pero en ciertos casos
su comentario es relevante para la enseñanza-aprendizaje de lenguas con fines
específicos. En ellos pueden influir tanto factores geográficos –los usos
son diferentes en unos lugares y en otros--, factores situacionales y factores
sociales: según el contexto, los interlocutores y las propias
características sociales del hablante podemos encontrar preferencias por unas
variantes fónicas o por otras.
Pasemos ya al plano gramatical. En la gramática de los
lenguajes de especialidad también existen fenómenos variables compartidos
con la lengua general, pero que adquieren cierto relieve, por causas diversas,
en nuestro ámbito. Muchas de esas manifestaciones lingüísticas variables se
deben simplemente a la existencia de variedades geolectales diferentes.
Pongamos un ejemplo muy conocido entre los dialectólogos: el de la
preposición hasta. En el español de España y de otros muchos países
hispánicos, la preposición hasta sirve para expresar un límite: tienen
abierta la fábrica hasta las 12. Sin embargo, en varios lugares
hispanohablantes puede expresar ‘inicio’ o ‘término’ sin que deba ir
acompañada del adverbio no. En México, hasta puede indicar
inicio sin que se haga referencia al momento inicial de la acción durativa: hasta
ayer me lo entregaron ‘hasta ayer no me lo entregaron’.
Este
fenómeno, aparentemente, puede ser visto como algo sin importancia que afecta
a la comprensión de una información más o menos relevante. Pero el uso
alternante no es tan frívolo si nos situamos en una situación específica
como la transmisión de órdenes e informaciones en el transporte aéreo. En
un texto real de "Aeroméxico" se lee:
Cuando se procede a la enseñanza de español con fines
específicos a personas que van a moverse por todo el mundo hispánico, no
puede olvidarse la explicación y la práctica correspondiente a los variados
valores de hasta en el mundo hispánico.
Dentro aún del ámbito gramatical, podemos hallar
alternancias morfológicas pertinentes para el ámbito de los lenguajes de
especialidad y originadas muchas de ellas en factores geolingüísticos. Por
ejemplo, en el lenguaje de la Economía alternan, en el mundo hispánico, las
formas coste y costo, sin embargo la primera es claramente
preferida en España, mientras que la segunda puede encontrarse más en
América. Este asunto, que para un ajeno podría ser irrelevante, puede no
serlo en el ámbito profesional o de la especialidad. He tenido oportunidad de
oír decir a una profesora de Economía, al explicar a sus alumnos los
rudimentos de ese concepto, que no se les ocurriera decir costo sino coste
porque costo era la forma habitual en los manuales medianamente
traducidos del inglés en Hispanoamérica y además porque el costo
había que dejarlo para hacer referencia a otros menesteres no ligados
necesariamente al mundo de la Economía. Este tipo de información, me refiero
a la que tiene que ver con los usos preferidos por los economistas en unos
lugares y en otros, es importante en la enseñanza - aprendizaje del español
empresarial y de los negocios.
Sin embargo, otras veces, la variación no se debe tanto a
factores geográficos como históricos: pensemos, por ejemplo, en el uso del
futuro de subjuntivo utilizado en el lenguaje jurídico-administrativo (la
sanción que hubiere lugar). Efectivamente, el uso del subjuntivo, en
general, y del futuro de subjuntivo en particular es un rasgo tradicional en
este tipo de lenguaje específico. Sin embargo, el mundo del Derecho y de la
Administración está conociendo una relativa modernización formal que
propugna un acercamiento de los usos escritos profesionales a los usos orales
actuales, por lo que no es extraño leer y oír ya formas en imperfecto de
subjuntivo que sustituyen a lo que tradicionalmente se había expresado en
futuro de subjuntivo. El lenguaje jurídico-administrativo, siguiendo
propuestas recientes, está abandonando un gran número de arcaísmos
gramaticales que, por el momento, alternan, con mejor o peor fortuna, con
variantes actualizadas.
También el plano léxico-semántico nos ofrece muestras de
variación, que en una buena parte se deben a la existencia de variedades de
especialidad marcadas geolingüísticamente. Por desgracia, el léxico, las
terminologías de muchos ámbitos especializados nos están unificadas en el
mundo hispánico, dando lugar a una heterogeneidad que afecta a los
estudiantes de español con fines específicos. Esas formas léxicas,
alternantes según la región hispánica, pueden ser consideradas como
geosinónimos y serían casos de sinonimia o equivalencia lógica
puesto que se parte de una igualdad en el referente: en este caso, lo
semántico se fundamenta en lo referencial.
Los ejemplos de este tipo de sinonimia –o geosinonimia–
los encontramos en campos especializados muy diversos, con niveles de
divergencia lingüística diferentes. Vamos a ilustrar tal variación con
formas pertenecientes al ámbito del automóvil, de las herramientas y del
léxico de la construcción. En el léxico del automóvil, descubrimos (aparte
del muy conocido caso de coche, carro y auto) que volante
es la forma más difundida en todo el mundo hispánico –por lo tanto, sería
la que habría que enseñar preferentemente–, pero no hay que echar en saco
roto la frecuencia de guía y de timón en las Antillas
españolas y de manubrio en Chile; intermitente es la forma
general y casi exclusiva en España, pero no se usa, o apenas se usa, en
territorios tan significativos como México –donde se prefiere direccional–
o como Argentina, donde se usa luz (de posición, de guiño o de
giro); la forma baca es casi la única utilizada en España, pero
no se maneja prácticamente en ningún lugar de Hispanoamérica, donde se
prefiere parrilla con toda claridad; similar comportamiento se observa
en la voz depósito para la gasolina, predominante en España, mientras
que América se inclina por tanque.
Los nombres de algunas herramientas ofrecen un panorama
similar en el mundo hispánico. Alicate o alicates es voz
utilizada ampliamente en el mundo hispánico y debería, por tanto, ser
llevada al aula sin ningún tipo de reparo, pero no habría que olvidarse de
la importancia de las formas pinza o pinzas en buena parte del
Caribe, México y Centroamérica. En el mundo de los objetos de escritorio, la
grapadora de España y las Antillas se hace engrapadora en
México y parte de Sudamérica y abrochador o abrochadora en
Argentina, por ejemplo. Por fortuna, actualmente disponemos de datos como
estos, y de forma tan abundante como fiable gracias al proyecto de
investigación denominado VARILEX ("Variación léxica en el mundo
hispánico") que recoge información de primera mano de todo el dominio
hispanohablante, centrándose en el léxico urbano y moderno, un léxico que
en muchas ocasiones forma parte de los lenguajes de especialidad.
Más peligrosas y delicadas que las que hasta aquí hemos
visto podrían llegar a ser las diferencias geolectales que existen en la
terminología de la construcción. El banco de datos de términos de la
construcción de España y de Hispanoamérica, llamado BANTE, recogido en la
Universidad de Valladolid y editado en forma de CDROM, proporciona numerosos
ejemplos de divergencias que podrían subsanarse, si se pone algún interés
en ello, dada la evidente repercusión social que podría tener este tipo de
discrepancias léxicas en unos momentos en que la colaboración profesional
internacional es cada vez más frecuente.
Pero todavía se puede hacer referencia, dentro del nivel
léxico-semántico, a otros fenómenos llenos de interés. A uno de ellos ya
hemos hecho alusión: el préstamo. Una de las características de los
lenguajes de especialidad es la incorporación de numerosas voces precedentes
de lenguas extranjeras, si bien en la actualidad la lengua que más elementos
aporta a los ámbitos especializados de las más diversas lenguas es el
inglés. El anglicismo se está extendiendo en los lenguajes de especialidad
con mayor intensidad si cabe que en la lengua general: unas veces por
necesidad (nuevos conceptos, nuevos objetos, nuevas técnicas, originadas
muchas de ellas en países anglohablantes), otras veces como marca de grupo,
puesto que el dominio de ciertos anglicismos estaría vedado a los iniciados
en ciertos ámbitos profesionales (pensemos en el léxico de la aviación),
otras veces simplemente por el prestigio inherente al uso de unidades
foráneas, aunque sean innecesarias. Estos últimos usos corresponderían a lo
que Ramón Trujillo llama el uso simbólico, que depende de
convenciones sociales ajenas a la esencia misma del idioma, frente al uso
semántico, que emana de la naturaleza propia de las palabras o de los
textos.
El inglés, por tratarse de la mayor de las lenguas francas
y por ser hablada en países de un importante índice de desarrollo humano,
disfruta de un prestigio y de una capacidad de influencia sobre las lenguas de
especialidad sin parangón, si bien esa influencia se hace más evidente en
unos países que en otros: sirva como ejemplo el léxico de la confección
utilizado en Puerto Rico, comentado y analizado por Humberto López Morales
hace algunos años.
Sin embargo, el catálogo de muestras de variación
lingüística en el ámbito de los lenguajes especiales no se agota en los
niveles fónico, gramátical y léxico. El plano del discurso (de la lengua
escrita y de la lengua hablada) y de la conversación (en el caso de la lengua
hablada) está repleto de variaciones, de origen geográfico por supuesto,
pero también de origen situacional y social. Las formas de organizar los
textos epistolares, los informes, los certificados o las actas son diferentes
en diversos lugares del mundo hispánico; esas diferencias afectan a las
rutinas y aspectos marginales, como la disposición de la fecha o de las
firmas, entre otros. El mundo de la cortesía, pensando ahora en la lengua
hablada, ofrece matices singulares, en unas regiones y en otras, que pueden
ser determinantes a la hora de mantener una relación profesional o de cerrar
un negocio. Las formas de tratamiento –las nominales y las pronominales–
tienen un valor especial en las relaciones humanas y muy especialmente en las
relaciones profesionales. Las cuestiones proxémicas y kinésicas, por más
que no sean puramente lingüísticas, tampoco deben despreciarse en la
enseñanza de lenguas con fines específicos: la forma de sentarse, de
gesticular o el tono de la voz ayudan a cerrar una compra-venta con éxito,
como pueden ayudar a frustrarla definitivamente. Todo ello tiene que ver con
la variación, no digamos ya solo lingüística, sino comunicativa, y todo
ello puede ser objeto de interés para la enseñanza-aprendizaje de lenguas
extranjeras con fines específicos.
6.
CONCLUSIÓN.
Creo que a estas alturas de mi exposición debería haber
dejado claro, no sólo que la lengua es variable y se manifiesta de forma
variable, sino también que, a pesar del carácter relativamente limitado y
monolítico de los lenguajes de especialidad, en ellos se hallan muestras
numerosas y diversas de variación lingüística, en todos los niveles de la
lengua. La cuestión está en si esas diferencias se llevan realmente a las
aulas de lenguas extranjeras con fines específicos.
Si uno revisa los manuales de lenguajes de especialidad
publicados hasta el momento en España –pocos sin duda alguna, aunque
valiosos–, aprecia de inmediato que la atención dedicada a la variación
lingüística es mínima. Por lo general, los autores de manuales y los
profesores de lenguas con fines específicos se comportan en su tarea como si
semejante variación no existiera o como si fuera un componente despreciable.
¿Por qué suele ocurrir esto? (digo suele para no generalizar de forma
injusta). Pues podrían darse varias respuestas. En primer lugar, porque ya
resulta bastante complicado ofrecer y mantener un curso de fines específicos.
Las dificultades son muchas:
a) la formación especializada del profesorado,
generalmente deficiente,
b) la dificultad de fijar una relación de contenidos, por
lo difuso de los límites entre lengua general y especializada,
c) la dificultad de adscribir a los alumnos a los niveles
previstos,
d) la dificultad de mantener el nivel de motivación, sobre
todo cuando la enseñanza - aprendizaje no es individualizada.
Todo esto ya es bastante como para tener que pensar,
además, en ofrecer un tratamiento profundo de los fenómenos de variación.
Tratamiento que, por otra parte, presenta una limitación esencial y
gravísima: la falta de información útil y accesible para el profesor de
lenguas extranjeras con fines específicos. ¿Dónde puede encontrar un
profesor un repertorio completo de documentación escrita de diversas
especialidades y procedentes de todo el mundo hispánico?
No olvidemos, además, que a menudo la formación
específica de los profesores de lengua es deficiente, deficiencia que
equivale a la que exhiben los especialistas en una materia determinada al
afrontar la enseñanza de una lengua extranjera, por su desconocimiento de la
lengua. Falta información sobre las lenguas de especialidad, falta
información sobre las lenguas de especialidad en el mundo hispánico, faltan
manuales, faltan conocimientos sobre las terminologías,... faltan demasiadas
cosas. Algunas iniciativas pueden empezar a paliar estas carencias: el
proyecto VARILEX, el proyecto BANTE, los corpus que se están reuniendo en
diversos lugares, las series de manuales que se están publicando, pero aún
no es suficiente.
NOTAS.
1 H. Cedergren, "Sociolingüística",
en H. López Morales (coord.), Introducción a la lingüística actual,
Madrid, Playor, 1983, p. 150. H. López Morales, Sociolingüística,
2ª ed., Madrid, Gredos, 1993, pp. 84-85.
2 Introducción a la lexicografía moderna, 3ª ed., Madrid,
C.S.I.C., 1992, p. 279.
3 Denominación dada por B. Rodríguez en Las lenguas especiales.
El léxico del ciclismo, León, Colegio Universitario de León, 1981, pp.
9-153. Véase también B. Rodríguez, "Argot y lenguaje coloquial",
en A. Briz, J.R. Gómez Molina, M.J. Martínez y Grupo Val.Es.Co. (eds.), Pragmática
y gramática del español hablado, Valencia, Universidad de
Valencia-Pórtico, 1997, pp. 225-239.
4 Véase B. Rodríguez, "Lo específico de los lenguajes
científico-técnico", Archivum, XXVII-XXVIII (1977-1978), pp.
485-521. También M.T. Cabré, La terminología. Teoría,
metodología, aplicaciones, Barcelona, Antártida, 1993.
5 Véase M. Alvar, La lengua de ..., Alcalá de Henares,
Universidad de Alcalá, 1993.
6 Véase R. Salillas, "Teoría y caracteres de las jergas",
en El delincuente Español, Madrid, Victoriano Suárez, 1896.
7 Este recurso lo utiliza el lunfardo. Sobre alteraciones formales
con fines comunicativos o lúdicos, son ilustrativos los ejemplos recogidos en
la obra de D. Crystal, Enciclopedia del lenguaje de la Universidad de
Cambridge, Madrid, Taurus, 1994, pp. 53-59.
8 El lunfardo es un argot porteño, restringido a iniciados y llamado
policialmente lenguaje canero. Como ocurre en muchos lugares, algunas
palabras del lunfardo han pasado a formar parte del léxico general, en este
caso de Buenos Aires: mina, gil, chamuyo, papusa. Véase J.L Borges y
J.E. Clemente, El lenguaje de Buenos Aires, 4ª. ed., Buenos Aires,
Emecé, 1968; E. Teruggi, Panorama del lunfardo, 2ª ed., Buenos Aires,
Sudamericana, 1978.
9 Véase V. León, Diccionario de argot español, Madrid,
Alianza, 1980.
10 Barcelona, Antártida, 1993, p. 214 y ss.
11 2ª. ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1990.
12 A.M. Arroyo, La manipulación de las cotizaciones de Bolsa,
Madrid, ICAI, 1978. Incluye vocabulario de términos bursátiles.
© Francisco
Moreno Fernández , 2001.
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